Quién no ha llorado sin querer, al escuchar la tamborrada? Pues todos los que la tenemos lejos, me temo.
Pero este año no nos ha pillado desprevenidos, y hemos guardado el sobrecito blanco que firmaron Gaspar, Melchor y Baltasar, hace unos días, para volar hasta mi Donosti, y dar saltitos al son de la tamborrada, como todo hijo de vecino que no tiene tambor.
Fuimos a comer a la soci de Ollagorra, una de las más antiguas, al pie del monte Urgul. Al caer la noche, tocan una de las tamborradas más curiosas. Desde lo alto del monte Urgul, desfilando con antorchas, bajan tocando los tambores, mientras los barriles les responden desde abajo. Tambores y barriles se reúnen a las puertas de la sociedad y aquello suena que te mueres. La gente se apelotona en el puerto, en el más absoluto silencio, y es que no es para menos.
Los chicos cocinaron de miedo, Donosti sorprendió con un dia soleadisísimo, y es una pena que no pudiésemos sacarle fotos a la tamborrada nocturna.
Otra vez será!