BUDAPEST


Budapest. Murmullos de expléndida decadencia. Inmortales pieles areniscas ennegrecidas por el tiempo suspendido.
Cicatrices neorenacentistas infectadas de dudoso modernismo. La soberbia absolutista de un farol vigía, allá en lo alto. Esquivando penitencia de un castillo transparente. Olisqueando el rastro del terror en cada pliegue.

Pudorosa Kodály Körond tras las ramas para no evidenciar los tatuajes talegueros. De su fortaleza imperial.
Reflejo de una constancia, y una nueva adolescencia que da por no creer en nada.

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